La ciudad de Uruk y el período arqueológico al que da nombre constituyen
una de las etapas más fascinantes y brillantes de la Historia Antigua
Universal. En este período, de mediados del IV milenio a. C., Mesopotamia
conoció la formación del primer estado o “estado arcaico”, que modificó
totalmente la economía y la sociedad de aquella época. Fue un período marcado
por grandes innovaciones. Las que mejor definen esta nueva etapa histórica
fueron, sin duda, dos. Por un lado, la aparición de las primeras ciudades y,
por otro, la invención del primer sistema de escritura conocido.
Reconstrucción del Templo Blanco de Uruk. |
Uruk es uno de los yacimientos
arqueológicos más importantes de Mesopotamia, conocido en la actualidad como
Warka, y citado en la Biblia con el nombre de Erek. Las excavaciones alemanas
en esta antigua ciudad mesopotámica se han prolongado desde 1912 hasta fechas
recientes, aunque con algunas interrupciones debido a la inestable situación
política del sur de Iraq. Según los últimos estudios realizados, la ciudad de
Uruk fue una de las más grandes de Mesopotamia, pues se calcula que su planta
circular debía tener un diámetro de aproximadamente 2.500 metros. De acuerdo
con la topografía y una reciente prospección magnética, el interior de la
ciudad disponía de una red de tres canales fluviales, que eran salvados por
varios puentes.
El enorme tell o colina artificial
de Uruk (de 600 hectáreas) es el resultado de una larga ocupación, que abarca
desde el período de Ubaid (V milenio a. C.) hasta la época de los partos (siglo
II a. C.). Sin embargo, la época de mayor importancia histórica de la ciudad es
aquella representada por los períodos de Uruk Medio-Reciente y Dinástico
Antiguo (3600-2300 a. C.).
Dos polos de poder
Según la tradición, Uruk nació a comienzos del IV milenio a. C. de la
unificación de dos enclaves separados (Eanna y Kullab). Durante este período,
Uruk se convirtió en la ciudad-estado, el poder colonial y el centro de culto y
de administración más importante de toda Mesopotamia. Desde el punto de vista
arquitectónico, el IV milenio a. C. es el mejor conocido en Uruk, gracias a una
serie de espectaculares edificios excavados en las dos grandes áreas de culto
de la ciudad. Se trata de los recintos de Eanna y de Kullab.
El Eanna o “Casa del cielo” era el principal barrio sagrado, que
estaba consagrado a la diosa Inanna (más tarde conocida como Ishtar). En este
sector, los arqueólogos alemanes han sacado a la luz un conjunto de edificios
de valor excepcional, cuya naturaleza exacta es aún difícil de explicar dada la
complejidad arqueológica del lugar. En esta zona, la excavación de los llamados
niveles V y IV de Uruk ha puesto de manifiesto una arquitectura monumental,
nunca vista hasta entonces.
Entre estos edificios, destaca en primer lugar el Templo de Caliza que
fue levantado sobre una base de piedra caliza, de ahí su nombre. Contaba con
una gran sala central de más de 11 metros de ancho y 60 metros de largo. Era
una verdadera proeza arquitectónica. Se ha calculado que para cubrir este
edificio fueron necesarios, como mínimo, un total de 6 kilómetros lineales de
vigas de madera. Este dato, además de demostrar la pericia de los arquitectos
de Uruk, es prueba inequívoca del potencial económico de la ciudad, que fue
capaz de importar tal cantidad de madera para un solo edificio.
Un grupo de tres edificios (llamados F, G y H por los arqueólogos
alemanes) dispuestos alrededor de un espacio rectangular a cielo abierto
constituye el primer ejemplo conocido de un conjunto monumental arquitectónico.
Este conjunto fue reemplazado por otro más complejo, que destacaba por tener un
patio con las paredes revestidas de mosaicos y una antesala con ocho pilares
decorados de igual manera. Estos mosaicos estaban realizados mediante el uso de
pequeños conos de cerámica (de unos 10 cm de largo) con la cabeza pintada de
diferentes colores (blanco, rojo, negro, etc.), que dibujaban sencillos motivos
geométricos.
La última fase del nivel IV del Eanna está formada por un nuevo
conjunto monumental arquitectónico compuesto por varios edificios: los templos
C y D, el palacio cuadrado, y el gran hall de mosaicos de conos, entre otros.
Es evidente que el aspecto espectacular y grandioso de estas instalaciones, el
juego compositivo entre las unidades arquitectónicas, las plantas complejas de
los edificios, el hall de pilares, etc. condujeron a los arqueólogos alemanes a
interpretar este conjunto como instalaciones consagradas a algún tipo de culto
oficial. Sin embargo, estos edificios no tienen ningún elemento característico
de un santuario. Altares, mesas de ofrendas o pedestales para las estatuas divinas
no han aparecido en estas grandes construcciones del Eanna. Por esta razón,
parece más coherente interpretar estos edificios como un complejo “palacial”,
es decir, como la sede de una autoridad cuya naturaleza exacta desconocemos por
el momento.
Unos 500 metros al oeste del Eanna se encontraba el otro gran sector
religioso que dio origen a la ciudad, el llamado Zigurat de Anu. En realidad no
se trata de un verdadero zigurat o templo escalonado, sino de terrazas con
rampa de acceso, cuyos orígenes se remontaban al V milenio a. C. Rematando la alta
terraza, de unos 13 metros de altura, se construyó un edificio de planta
tripartita, que ha sido interpretado como un templo. En su etapa final se le
conoce como el Templo Blanco por tener sus paredes revestidas con una final
capa de cal. En el interior había una mesa para sacrificios y un altar, típicos
ambos de los templos mesopotámicos.
Es innegable que la invención de la
escritura fue el mayor logro de la cultura de Uruk. Existe, sin embargo, una antigua discusión
entre egiptólogos y asiriólogos sobre la mayor o menor antigüedad de la
escritura en el valle del Nilo o en el valle del Éufrates. Este es un debate
tan viejo como estéril. Tradicionalmente se sitúa hacia 3300-3200 a. C. la
aparición, de manera casi simultánea pero independiente, de la escritura
jeroglífica en Egipto y de la pictográfica en Mesopotamia. Las excavaciones en
el Eanna de Uruk han proporcionado las tablillas más antiguas, basadas en un
sistema de escritura pictográfico. Se trata en su mayoría de textos contables,
en los que se registran los productos, las cantidades, los movimientos
(entradas y salidas) y los nombres de las personas que participaron en esa
actividad económica. La identificación de la lengua transcrita por los
pictogramas mesopotámicos, conocidos también como proto-cuneiforme, sigue
siendo origen de debate entre los filólogos. A pesar de que los primeros textos
proceden del antiguo territorio del país de Súmer, no hay ninguna seguridad de
que se trate de la lengua sumeria, por lo que algunos investigadores prefieren
hablar de otra lengua, a la que llaman proto-eufrática. Por el contrario, otros
especialistas consideran que detrás de esta primera escritura está el sumerio.
Esta opinión es la que aglutina el mayor consenso.
A finales del IV
milenio a. C., en el llamado período de Uruk III, los signos pictográficos se
alejan de los dibujos iniciales para adoptar una forma más esquemática. Algunos
siglos más tarde, hacia 2600 a.C., las tablillas descubiertas en la ciudad sumeria
de Shuruppak, no muy lejos de Uruk, muestran un tipo de signo que ya no ha sido
trazado como un dibujo sino que ha sido impreso a base de pequeños trazos
rectilíneos con aspecto de cuña. Este cambio en el sistema gráfico es debido al
uso del cálamo, un nuevo instrumento de caña cortado en bisel en uno de sus
extremos. Nacía así la denominada escritura cuneiforme, a la que los sumerios
llamaron santak (‘triángulo’). Este
sistema de escritura va a estar en uso durante casi tres milenios.
La tradición
atribuye Enmerkar, rey semilegendario de la I dinastía de Uruk, la genial
invención de trazar unos signos sobre arcilla para comunicarse con el señor de
Aratta, en Irán, ante el temor de que el mensajero no fuera capaz de reproducir
fielmente su mensaje. En la misma epopeya sumeria de Enmerkar puede leerse:
“Puesto que la boca del mensajero estaba demasiado sobrecargada, este no podía
repetirlo. El señor de Kullab (barrio de Uruk) alisó arcilla, plasmó palabras
sobre ella como en una tablilla. Antes de aquel momento, no se habían plasmado
palabras en arcilla.”.
Gilgamesh y las murallas de Uruk
Gilgamesh en un relieve asirio. |
La tradición
legendaria atribuye al sumerio Gilgamesh, quinto rey de la Iª dinastía de Uruk
según la Lista Real Sumeria (hacia 2650 a. C.), la construcción de las murallas
de Uruk. Con un estilo grandilocuente, la tablilla I de la Epopeya de Gilgamesh relata de la siguiente manera la construcción
de tan magna obra: “Mandó construir la muralla de Uruk, el Corral, y el santo
Eanna, tesoro radiante. ¡Mira sus contrafuertes, que nadie imitará! ¡Toma la
escalera que lleva allí desde siempre! ¡Acércate al Eanna, morada de Ishtar,
que no hay rey futuro, ni nadie, que lo imite! ¡Sube a la muralla de Uruk;
paséate por ella; examina los fundamentos, fíjate en la ladrillería! ¡A ver si
esa ladrillería no es de ladrillo cocido; y si sus cimientos no los echaron los
Siete Sabios!
Convencionalmente
se afirma que la ciudad de Uruk es la más antigua del mundo (3400-3200 a. C.).
Sin embargo, esta afirmación no tiene sentido en sí misma, ya que una ciudad no
podría existir sola, sino formando parte de un sistema urbano más complejo. En
cualquier caso, hablar de Uruk es adentrarnos en los orígenes mismos de la
civilización y, por tanto, en los albores de la Historia, también conocidos
como la “Primera Revolución Urbana”.
Para saber más:
Libro: Liverani,
M. Uruk. La primera ciudad, Barcelona 2006.Exposición: “Uruk, 5000 años de la megalópolis”, en Berlín
http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/actualidad/8256/uruk_renace_berlin.html
Conferencia
on line:
“De Jericó a Babilonia, o del poblado a la ciudad en
el Oriente Próximo”, de Miquel Molist (UAB)