El zigurat es el
monumento más célebre de Mesopotamia y el símbolo que mejor caracteriza a las
civilizaciones que habitaron esta región del Oriente Próximo. Sin embargo, pese
a su carácter emblemático, todavía comprendemos mal esas torres escalonadas que
toda ciudad mesopotámica de cierta entidad política, cultural o religiosa se
enorgullecía de tener en su entramado urbano.
Los
arqueólogos han creído identificar un número considerable de zigurats en el
país del Tigris y del Éufrates. El francés André Parrot nos habla, en su libro Zigurats et la Tour de Babel, de la
existencia de veintisiete monumentos de este tipo. En la actualidad sabemos que
este número es erróneo, pues Parrot interpretó como torres escalonadas
edificios que en realidad no lo eran. A partir de los datos disponibles, el
país mesopotámico debió albergar a lo largo de su historia un total de dieciséis
zigurats: diez en la parte meridional
(Kish, Ur, Borsippa, Nippur, Uruk, Larsa, Eridu, Sippar, Dur Kurigalzu y Babilonia)
y seis en la zona norte (Kalhu, Dur Sharrukin, Asur, Kar Tukulti-Ninurta,
Nínive y Tall al-Rimah). A esta lista se pueden añadir los zigurats de Choga
Zanbil (Untash Napirisha) y, tal vez, el de Tepe Sialk, ambos en Irán.
Restos del zigurat de Asur. |
¿Qué era
exactamente un zigurat? Se trata de un monumento religioso de la antigua
Mesopotamia en forma de alta terraza con varios niveles y un templo sobre la
cima, al que se accedía por rampas o escaleras. Ésta y otras definiciones ponen el acento sobre la principal
característica de estos edificios, que no es otra que su estructura general
escalonada, formada mediante la superposición de terrazas o pisos cuyo tamaño
iba decreciendo de manera progresiva conforme se ascendía.
Lamentablemente, no se ha
encontrado ningún zigurat completo. Este hecho está directamente relacionado
con el material constructivo empleado. Este material es el adobe, como era la norma
en una región dominada por la arquitectura de tierra. Los adobes, una vez
secados al sol, se disponían en hiladas superpuestas entre las que se
intercalaban, a intervalos regulares, lechos de cañas y otros elementos
vegetales para reforzar la cohesión interna y la solidez de la construcción.
Con esta técnica se construía el núcleo del monumento, que normalmente se
revestía con una gruesa capa de ladrillos cocidos en hornos, mucho más resistentes
que el adobe crudo.
A pesar de no
conocer ningún zigurat de forma íntegra, los vestigios localizados y algunos
textos antiguos nos permiten reconstruir su aspecto general. Eran edificios de
adobe, totalmente macizos, de planta cuadrada o rectangular y compuestos por un
número de terrazas que puede variar entre tres (caso de Ur) y seis (caso de
Babilonia). Una serie de ingeniosos sistemas de evacuación de aguas y de
canalillos de aireación contribuían a evitar el rápido deterioro de la gran
masa interna. A la cima, lugar donde se ubicaba el templo, se accedía a través
de escaleras monumentales.
Restos de zigurats se han
identificado con seguridad en más de una docena de yacimientos mesopotámicos. Además,
hay que tener en cuenta que todos no funcionaron de forma simultánea. De hecho,
sabemos que este particular edificio tuvo una vida prolongada (de
aproximadamente 1.500 años) dentro de la historia de Mesopotamia. El más
antiguo de ellos es el que mandó levantar en la ciudad de Ur el rey sumerio
Ur-Nammu (2112-2095 a .C.).
El más reciente es el de Babilonia, la célebre torre de Babel, cuyo aspecto
final se debe a las obras patrocinadas por el rey Nabucodonosor II (604-562 a .C.).
Zigurat de la ciudad de Ur. |
A pesar de no
ser ni el más antiguo ni el mejor conservado de todos ellos, el zigurat
levantado en la ciudad de Babilonia es el más célebre en nuestros días. Ello
obedece paradójicamente a su presencia en dos relatos ajenos a la civilización
que lo construyó. Nos referimos al Antiguo Testamento y a la obra del historiador
griego Heródoto.
Si el aspecto
exterior de los zigurats se conoce de forma aproximada, resulta muy difícil
establecer la función para la que éstos fueron edificados en el corazón de las
principales ciudades mesopotámicas. La etimología poco aclara en este sentido.
El término zigurat procede del sustantivo acadio ziqqurratu, que según el Assyrian
Dictionary de la Universidad de Chicago se puede traducir por
“templo-torre” o “cima de la montaña”. Este sustantivo deriva del verbo acadio zaqāru que significa “construir en alto”.
Resulta evidente que la etimología de la palabra zigurat nos conduce a un campo
meramente descriptivo, al indicarnos que se trata de un monumento construido en
alto, comparable a la cima de una montaña. Realmente los zigurats tenían el
aspecto de una montaña artificial, de un enorme podio o superestructura que
destacaba en la llanura aluvial de Mesopotamia. Sobre la superficie de esta
montaña se circulaba o caminaba (no se entraba, dado su carácter macizo) para
dirigirse hasta el templo que descansaba sobre su cima.
¿Cuál era la
naturaleza y la función de estos edificios de tierra? Se sabe que no se trataba
de una tumba al modo de la pirámide egipcia como indica el geógrafo griego
Estrabón, ni de un observatorio astronómico como dice Diodoro de Sicilia,
aunque allí se hayan podido efectuar este tipo de observaciones a las que eran
tan aficionados los babilonios. El historiador griego Heródoto nos ha
transmitido un relato sobre el ritual que pudo llevarse a cabo en el templo del
zigurat de Babilonia, según le contaron los sacerdotes caldeos: “Pero sobre la última torre hay una
gran capilla, y en la capilla hay una gran cama ricamente dispuesta y a su lado
se encuentra una mesa de oro. Pero estatua no hay allí erigida ninguna; y
durante la noche no puede quedarse allí persona alguna fuera de una sola mujer
del país, aquella que el dios elige entre todas, según refieren los caldeos, que
son los sacerdotes de este dios. Y estos mismos sacerdotes afirman, aunque para
mí no es digno de crédito lo que dicen, que el dios en persona visita la
capilla y duerme en la cama, de la misma manera que sucede en Tebas de Egipto”.
Heródoto nos describe, a su manera, el matrimonio
sagrado que se desarrollaba durante las fiestas del Año Nuevo; en ellas la
divinidad, representada por el rey, se unía a una sacerdotisa de acuerdo con un
ritual orientado a asegurar la prosperidad del país mediante el favor de los
dioses.
Reconstrucción del zigurat de Uruk (VAM 2013). |
El sistema de funcionamiento de un zigurat continúa
siendo un enigma para los historiadores, a pesar de su indiscutible carácter
religioso. Los mesopotámicos no nos han transmitido con claridad la razón de
ser de estos impresionantes monumentos de tierra. Para un habitante de la
antigua Mesopotamia resultaba innecesario describir qué era un zigurat. Es
evidente que el escriba asirio o babilónico consideraba banal explicar a sus
contemporáneos conceptos fuertemente arraigados en la sociedad de aquella
época. Los zigurats, esas montañas enigmáticas para los arqueólogos de hoy, entrarían
dentro de esos conceptos.
Parrot, A. Zigurats et la tour de Babel, París 1949.
Montero Fenollós, J.L. ed. La torre de Babel. Historia y mito. Murcia 2010.