martes, 28 de mayo de 2013

ZIGURATS: LAS ENIGMÁTICAS MONTAÑAS DE MESOPOTAMIA

          El zigurat es el monumento más célebre de Mesopotamia y el símbolo que mejor caracteriza a las civilizaciones que habitaron esta región del Oriente Próximo. Sin embargo, pese a su carácter emblemático, todavía comprendemos mal esas torres escalonadas que toda ciudad mesopotámica de cierta entidad política, cultural o religiosa se enorgullecía de tener en su entramado urbano.
Los arqueólogos han creído identificar un número considerable de zigurats en el país del Tigris y del Éufrates. El francés André Parrot nos habla, en su libro Zigurats et la Tour de Babel, de la existencia de veintisiete monumentos de este tipo. En la actualidad sabemos que este número es erróneo, pues Parrot interpretó como torres escalonadas edificios que en realidad no lo eran. A partir de los datos disponibles, el país mesopotámico debió albergar a lo largo de su historia un total de dieciséis  zigurats: diez en la parte meridional (Kish, Ur, Borsippa, Nippur, Uruk, Larsa, Eridu, Sippar, Dur Kurigalzu y Babilonia) y seis en la zona norte (Kalhu, Dur Sharrukin, Asur, Kar Tukulti-Ninurta, Nínive y Tall al-Rimah). A esta lista se pueden añadir los zigurats de Choga Zanbil (Untash Napirisha) y, tal vez, el de Tepe Sialk, ambos en Irán.  

Restos del zigurat de Asur.

¿Qué era exactamente un zigurat? Se trata de un monumento religioso de la antigua Mesopotamia en forma de alta terraza con varios niveles y un templo sobre la cima, al que se accedía por rampas o escaleras. Ésta y otras definiciones ponen el acento sobre la principal característica de estos edificios, que no es otra que su estructura general escalonada, formada mediante la superposición de terrazas o pisos cuyo tamaño iba decreciendo de manera progresiva conforme se ascendía.

Lamentablemente, no se ha encontrado ningún zigurat completo. Este hecho está directamente relacionado con el material constructivo empleado. Este material es el adobe, como era la norma en una región dominada por la arquitectura de tierra. Los adobes, una vez secados al sol, se disponían en hiladas superpuestas entre las que se intercalaban, a intervalos regulares, lechos de cañas y otros elementos vegetales para reforzar la cohesión interna y la solidez de la construcción. Con esta técnica se construía el núcleo del monumento, que normalmente se revestía con una gruesa capa de ladrillos cocidos en hornos, mucho más resistentes que el adobe crudo.

A pesar de no conocer ningún zigurat de forma íntegra, los vestigios localizados y algunos textos antiguos nos permiten reconstruir su aspecto general. Eran edificios de adobe, totalmente macizos, de planta cuadrada o rectangular y compuestos por un número de terrazas que puede variar entre tres (caso de Ur) y seis (caso de Babilonia). Una serie de ingeniosos sistemas de evacuación de aguas y de canalillos de aireación contribuían a evitar el rápido deterioro de la gran masa interna. A la cima, lugar donde se ubicaba el templo, se accedía a través de escaleras monumentales.

           Restos de zigurats se han identificado con seguridad en más de una docena de yacimientos mesopotámicos. Además, hay que tener en cuenta que todos no funcionaron de forma simultánea. De hecho, sabemos que este particular edificio tuvo una vida prolongada (de aproximadamente 1.500 años) dentro de la historia de Mesopotamia. El más antiguo de ellos es el que mandó levantar en la ciudad de Ur el rey sumerio Ur-Nammu (2112-2095 a.C.). El más reciente es el de Babilonia, la célebre torre de Babel, cuyo aspecto final se debe a las obras patrocinadas por el rey Nabucodonosor II (604-562 a.C.).



Zigurat de la ciudad de Ur.

A pesar de no ser ni el más antiguo ni el mejor conservado de todos ellos, el zigurat levantado en la ciudad de Babilonia es el más célebre en nuestros días. Ello obedece paradójicamente a su presencia en dos relatos ajenos a la civilización que lo construyó. Nos referimos al Antiguo Testamento y a la obra del historiador griego Heródoto.

Si el aspecto exterior de los zigurats se conoce de forma aproximada, resulta muy difícil establecer la función para la que éstos fueron edificados en el corazón de las principales ciudades mesopotámicas. La etimología poco aclara en este sentido. El término zigurat procede del sustantivo acadio ziqqurratu, que según el Assyrian Dictionary de la Universidad de Chicago se puede traducir por “templo-torre” o “cima de la montaña”. Este sustantivo deriva del verbo acadio zaqāru que significa “construir en alto”. Resulta evidente que la etimología de la palabra zigurat nos conduce a un campo meramente descriptivo, al indicarnos que se trata de un monumento construido en alto, comparable a la cima de una montaña. Realmente los zigurats tenían el aspecto de una montaña artificial, de un enorme podio o superestructura que destacaba en la llanura aluvial de Mesopotamia. Sobre la superficie de esta montaña se circulaba o caminaba (no se entraba, dado su carácter macizo) para dirigirse hasta el templo que descansaba sobre su cima.

¿Cuál era la naturaleza y la función de estos edificios de tierra? Se sabe que no se trataba de una tumba al modo de la pirámide egipcia como indica el geógrafo griego Estrabón, ni de un observatorio astronómico como dice Diodoro de Sicilia, aunque allí se hayan podido efectuar este tipo de observaciones a las que eran tan aficionados los babilonios. El historiador griego Heródoto nos ha transmitido un relato sobre el ritual que pudo llevarse a cabo en el templo del zigurat de Babilonia, según le contaron los sacerdotes caldeos: “Pero sobre la última torre hay una gran capilla, y en la capilla hay una gran cama ricamente dispuesta y a su lado se encuentra una mesa de oro. Pero estatua no hay allí erigida ninguna; y durante la noche no puede quedarse allí persona alguna fuera de una sola mujer del país, aquella que el dios elige entre todas, según refieren los caldeos, que son los sacerdotes de este dios. Y estos mismos sacerdotes afirman, aunque para mí no es digno de crédito lo que dicen, que el dios en persona visita la capilla y duerme en la cama, de la misma manera que sucede en Tebas de Egipto”.

Heródoto nos describe, a su manera, el matrimonio sagrado que se desarrollaba durante las fiestas del Año Nuevo; en ellas la divinidad, representada por el rey, se unía a una sacerdotisa de acuerdo con un ritual orientado a asegurar la prosperidad del país mediante el favor de los dioses.

Reconstrucción del zigurat de Uruk (VAM 2013).

El sistema de funcionamiento de un zigurat continúa siendo un enigma para los historiadores, a pesar de su indiscutible carácter religioso. Los mesopotámicos no nos han transmitido con claridad la razón de ser de estos impresionantes monumentos de tierra. Para un habitante de la antigua Mesopotamia resultaba innecesario describir qué era un zigurat. Es evidente que el escriba asirio o babilónico consideraba banal explicar a sus contemporáneos conceptos fuertemente arraigados en la sociedad de aquella época. Los zigurats, esas montañas enigmáticas para los arqueólogos de hoy, entrarían dentro de esos conceptos.

Para saber más: 
Parrot, A. Zigurats et la tour de Babel, París 1949.
Montero Fenollós, J.L. ed. La torre de Babel. Historia y mito. Murcia 2010.

2 comentarios:

  1. siempre había creído que los zigurats eran realmente plataformas cuadradas o rectangular y que el aspecto escalonado era fruto de las re-construcciones. Es decir, inicialmente no se hicieron pensando que tuvieran más de 1 o 2 plantas.

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  2. Zigurats, los templos de Mesopotamia
    Según Herodoto, se trataba de construcciones con un templo que permitía al dios descender de los cielos.

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